Anécdota de José Alfredo Jiménez y Pedro Vargas | |||
Estimada(o) radioescucha: escucha canciones del cantautor mexicano José Alfredo Jiménez así como de Pedro Vargas, unos de sus más reconocidos intérpretes, en Radio Quelite, la voz musical de México. Durante décadas las canciones del mejor compositor en la historia de la música ranchera mexicana han sido objeto de estudios y tesis diversas que intentan desentrañar la causa de su eficaz habilidad para transmitir emociones y sentimientos con los que distintos pueblos de Hispanoamérica se identifican rápida y plenamente. Sin embargo, acerca del difícil inicio de su carrera artística poco ha sido escrito. A mediados de los años 40 el hijo predilecto de Dolores, Hidalgo decidió abandonar sus actividades deportivas en el equipo de futbol soccer "Marte" y eligió abrazar la carrera de compositor de canciones. Ya sea por iniciativa propia o por consejos de amigos se apostó con férrea voluntad a la entrada de las radiodifusoras más importantes de la capital mexicana, con la esperanza de encontrar ahí a algún famoso artista que se interesara en sus canciones y accediera a interpretarlas en la radio, y ¿por qué no? después grabarlas en discos. Cuentan sus biógrafos que durante los años mozos José Alfredo tenía una personalidad más bien introvertida y podría decirse que hasta tímida, así que el hecho de plantarse con decisión a la entrada de aquellas legendarias emisoras mexicanas describe a nuestro personaje como un hombre poseedor de inquebrantable confianza y fe en sí mismo y en su arte creativo. El camino del éxito ciertamente no es un camino de rosas y el añorado compositor de "El Rey" tuvo que enfrentar el rechazo, apatía e indiferencia de distintos artistas famosos.
En el libro "Y sigo siendo El Rey" publicado por Sony Music en el año 2013, los escritores e investigadores Jesús Flores y Escalante y Pablo Dueñas comparten una interesante anécdota que escucharon de labios del periodista y también investigador Jorge Lasso de la Vega. Resulta que uno de los primeros cantantes de renombre que alla por 1947 José Alfredo logró abordar a la entrada de la emisora XEW, fue Pedro Vargas. Aunque el "Samurai de la canción" escuchó con atención el ofrecimiento del nuevo compositor, no tuvo reparo en responder que un artista de su prestigio no interpretaba canciones de principiantes. Dicho lo anterior, "El Tenor Continental" se despidió con amabilidad alejándose del lugar a paso veloz para atender uno más de los compromisos adquiridos en su apretada agenda. Lo admirable en José Alfredo es que a pesar de enfrentar éste y varios fracasos más, no cejó en su empeño y aún cuando en ocasiones lo invadía la desesperanza, podía más su hambre de triunfo y una voz interior lo impulsaba a seguir intentando sin claudicar. Pasaron tres años en los que José Alfredo continuó componiendo canciones, consiguió un trabajo como mesero en el restaurante "La Sirena" ubicado en la colonia Santa María La Rivera y cantaba con el trío Los Rebeldes en cuanta oportunidad se presentaba. En sus ratos libres siguió acudiendo con frecuencia a las emisoras XEB, XEW y XEQ recibiendo la acostumbrada respuesta negativa e indiferencia de algunos cantantes, hasta que en la XEQ logró que Andrés Huesca aceptara interpretar una de sus canciones, encontrando así la anhelada ruta que lo llevaría a triunfar en grande, hilvanando a partir de entonces una extraordinaria cadena de éxitos que ningún otro compositor de música ranchera hasta la fecha ha logrado por lo menos igualar. Una vez obtenida la gloria anhelada, prácticamente todos los grandes cantantes del momento en forma espontánea accedieron a interpretar su obra prolífica. Algunos incluso llegaron a granjearse la amistad de José Alfredo y establecieron lazos familiares con el compositor guanajuatense asegurándose así de que éste les proporcionara las mejores composiciones en exclusiva. Miguel Aceves Mejía y Pedro Infante por ejemplo, no tardaron en hacerse compadres del autor de "Ella", "El Jinete" y "La que se fue". La música popular mexicana actual no se entiende sin la presencia, el legado y la obra invaluable de estos dos grandes artistas orgullosamente mexicanos. Sírva esta anécdota como ejemplo de que la fe inquebrantable en lo que uno hace tiene el poder de hacernos alcanzar metas ambiciosas. También nos exhorta a no juzgar a las personas anticipadamente sin escuchar. Si por nuestra condición humana emitimos juicios precipitados, debemos tener la suficiente humildad para reconocer el error posteriormente. Además, es una muestra fehaciente del pujante y característico talento de la gente joven en los pueblos de Hispanoamérica que no debe ser menospreciado o subestimado. La juventud impetuosa por su parte debe observar que para llegar a la cima hay que empezar desde abajo, adquirir educación, preparación, conocimientos, así como valores y principios y jamás perder piso ni humildad. Si quiere usted una moraleja final de la historia, aquí la tiene: hay que ser el mejor, pero nunca creerse el mejor. Y en esas vueltas y giros inesperados que da la vida, aquel paisano suyo que al principio descartó el ofrecimiento de José Alfredo, después acudió por su propio pie a pedirle algunos temas para incorporarlos en su repertorio. Aunque el "Samurai de la canción" empezó su brillante trayectoria artística cantando áreas operísticas, con el paso de los años enriqueció su repertorio musical añadiendo piezas de corte popular, como el bolero y por supuesto la música ranchera. En 1950 era hora de colocar más éxitos con acompañamiento de mariachi, así que con la educación, amabilidad y don de gente que siempre le caracterizó, Pedro Vargas le pidió a José Alfredo algunas canciones para agregarlas a su ya basto repertorio. José Alfredo le respondió con gran cortesía: "con mucho gusto le doy algunas de mis composiciones pero tengo entendido que usted no interpreta canciones de principiantes". Pedro Vargas recordó vagamente a aquel joven reservado que alguna vez se armó de valor y se plantó frente a él para ofrecerle sus melodías. El notable intérprete de "Granada" y "Palmeras" reconoció que había emitido un juicio prematuro, ambos terminaron riendo de buena gana al recordar los detalles de aquel primer encuentro y el incidente quedó olvidado. Con el paso del tiempo nació entre ellos una gran amistad y compartieron escenario en distintos recintos a lo largo del país. Aparecieron juntos en el programa de TV conocido como "El estudio Raleigh de Pedro Vargas", así como en distintos eventos sociales y aún en los foros cinematográficos. En la pantalla de plata compartieron créditos en películas como 'La Feria de San Marcos' (dir. Gilberto Martínez Solares, 1957), y 'Cada quien su música' (dir. Mauricio de la Serna, 1958). Posteriormente los dos formaron parte del elenco musical del mismo sello disquero cuando en 1960 José Alfredo dejó discos Columbia y firmó contrato con la RCA. En el libro "Muy agradecido, muy agradecido...Pedro Vargas, 100 años de música", publicado por Sanborns y editorial Océano en el año 2009, Marco Arturo Ramos nos comparte datos relevantes acerca de la estrecha relación de amistad y camaradería que con el paso de los años surgió entre ambos artistas: En el periodo de filmación nació una entrañable amistad entre los guanajuatenses que compartían compañía grabadora". Pedro y José Alfredo fueron integrantes de las caravanas artísticas que recorrían México, llevando canciones a los más apartados lugares. En la historia del disco se unieron para dejar muestras sonoras de significativo valor: Té solté la rienda, Que te vaya bonito, El Rey, Qué bonito amor, Caminos de Guanajuato, Corazón, corazón, Amanecí en tus brazos, Un mundo raro, Ella, La mano de Dios, Cuando vivas conmigo, Una luna para tí, son algunos de los títulos del de Dolores, Hidalgo, interpretados por el tenor de San Miguel de Allende... |
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Las canciones de un principiante
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