Canciones del disco | # | Título de la canción | Autor | Intérprete | Duración | 1A | Aires nacionales mexicanos | D.P. | Banda de Policía de México | 3:00 | 1B | Viva Porfirio Díaz, Marcha | D.P. | Banda de Policía de México | 3:00 | Artistas participantes.Banda de Policía de México dirigida por Victor Manuel Presa (1A, 1B)Créditos del disco.Productor – No consta en los créditos del disco.Ingeniero de grabación - No consta en los créditos del disco.Fecha de grabación: 12 de julio 1907.Reseña del disco.Estimada(o)s radioescuchas: muchas gracias por escuchar Radio Quelite, la voz musical de México. Cada disco cuenta una historia. Para narrar la del que se muestra en la imagen serían necesarios al menos 2 gruesos y pesados libros con cientos de interesantes páginas cada uno. Aún así, es posible hacer un breve resumen para los que siempre tienen prisa. Se trata de un documento fonográfico grabado en la ciudad de México el 12 de julio de 1907 por la Victor Talking Machine, empresa que aprovechando la atmósfera relativamente pacífica, en 1905 instaló en la capital del país una planta de grabación portátil, visualizando el potencial de negocio que representaba la grabación sonora de músicos e intérpretes nacionales. El que hoy nos ocupa es uno de los primero discos grabados en México por "el sello del perrito", capturando para la posteridad a la Banda de Policía de México, dirigida por Victor Manuel Presa. Grabación lograda en una sola toma usando el método acústico, sin micrófono ni amplificación eléctrica alguna. El disco de 12 pulgadas, con número de catálogo 68094 Victor, cuya etiqueta central se muestra en la imagen, goza de cabal salud y se encuentra en óptimas condiciones, a pesar de que tiene 108 años de edad y amenaza con ir por más. Fue grabado durante los últimos años del Porfiriato, periodo histórico en donde las riendas del poder fueron manejadas a placer por el antiguo caudillo Porfirio Díaz, que en aquel entonces, tirando la casa por la ventana, había puesto en marcha fastuosos festejos y pomposas ceremonias, a las que acudieron dignatarios de varias naciones extranjeras, así como la crema y nata de la acaudalada sociedad porfiriana de la época; todo con tal de celebrar los primeros 100 años del inicio del movimiento de Independencia. Don Porfirio se ufanaba de haber traído paz social y progreso al país bajo su férreo mandato que había comenzado en 1876 y al cual los oprimidos y castigados miembros de las clases sociales más bajas, no parecían verle fin. Durante el gobierno de Díaz, novedosos inventos extranjeros fueron traídos al país, como el cinematógrafo, el telégrafo, el alumbrado eléctrico, el uso del automóvil y el fonógrafo. Este último, a partir de su introducción en 1897 actuó como un potente divulgador de la cultura, esparciéndola sobre todo en la clase media. Desde su invención, las grabaciones sonoras en cualquiera de sus formatos, se convirtieron con rapidez en poderosos medios de propaganda política. Como prueba, basta mencionar que el 15 de agosto de 1909, Porfirio Díaz se convirtió en el primer presidente de México en grabar un mensaje sonoro, a petición de Thomas Alva Edison. Pero muy pronto la música contenida en los registros fonográficos, fue la que conquistó definitivamente los corazones de la gente. En tiempos de Don Porfirio, el vals, las mazurcas, el chotis y las polkas hicieron bailar con sus ritmos extranjeros a toda una nación. Sin embargo, a finales del siglo XIX comenzó a gestarse un movimiento musical nacionalista que pretendían impregnar de un color y sentimiento autóctono a las melodías. La Orquesta Típica de la Ciudad de México fundada en 1884, dirigida por Carlos Curti, fue un claro indicio de la nueva tendencia. También el auge de nuevos compositores que promovieron piezas de corte popular y nacionalista encabezados por Manuel M. Ponce, confirmó la nueva dirección. El popurri grabado en la cara A del disco que nos ocupa es una muestra de la aceptación que la música popular mexicana ya tenía en aquel entonces no sólo en México sino en el extranjero. La pieza lleva por título Aires Nacionales Mexicanos y se trata de una interesante recopilación de los llamados "sonecitos del país", los cuales habían surgido durante el siglo XIX, y que en realidad representan una suerte de antología de bailes, tonadas y cantos populares del pueblo.Dado el ambiente político de la época, no es de extrañar que entre las primeras piezas musicales grabadas en cilindros de Edison y discos planos de acetato, también se encuentren loas y alabanzas al dictador oaxaqueño, por ejemplo la solemne marcha impresa en la cara B de éste disco, titulada simplemente Viva Porfirio Díaz .Entre los primeros músicos mexicanos que la empresa Victor grabó en aquellos años, destacó la Banda de Policía de México, que llegó a registrar varias docenas de piezas musicales, publicadas por el "sello del perrito" entre 1905 y 1910. La pieza musical grabada en la cara B del disco de pasta shellac que ahora nos ocupa, es la que más llama la atención, pues es una marcha en honor del dictador Díaz, personaje de gran relevancia en la historia de México, que aun en nuestros días sigue causando divisiones, polémica y controversia. Para unos, Díaz trajo orden, desarrollo económico y estabilidad al país, tras un continuo periodo de guerras y turbulencia política. Para otros, fue un hombre que se enamoró del poder, abandonó a su suerte a las clases sociales más desprotegidas, otorgó grandes privilegios a un puñado de familias acaudaladas, hacendados y empresarios abusivos y rapaces, limitando en el camino la libertad política. En noviembre de 1910 estalló una revolución que cimbró al país hasta sus cimientos, provocando la renuncia de Díaz al año siguiente y su huida a París, Francia. Por su parte, la Victor Talking Machine Company, al grito de ¡Mas vale que digan aquí corrió que aquí murió!, también puso pies en polvorosa, llevándose consigo su planta portátil de grabación y no regresó hasta bien entrados los años 20s del siglo XX. La historia de la música grabada en México continuó su propio derrotero, experimentando un resurgimiento, auge, prosperidad y declive a lo largo del siglo XX. Por otro lado, la clase política que sucedió a Díaz en el poder tras derrocarlo en 1911, no alivió la miseria de campesinos y obreros, saqueando sistemáticamente al país, coartando la libertad de expresión y sirviéndose con la cuchara grande. Sin embargo, con notable rapidez se ha encargado de satanizar a Díaz, encasillandolo como el villano de la película, dentro de su distorsionada "historia oficial" plasmada en manipuladores libros de texto gratuitos. A 100 años de su muerte, historiadores e investigadores aun sostienen acalorados debates, tratando de establecer un juicio más equilibrado acerca del legado histórico de aquel hábil militar oaxaqueño que derrotó al ejército invasor en Puebla. Simultáneamente, una nueva generación de mexicanos que desconfía de aquella "historia oficial" plagada de verdades a medias, se desgarra las vestiduras y recopila firmas con el objetivo de traer de regreso a México los restos mortales del hijo pródigo de Oaxaca. Mientras historiadores y escritores tratan de entender mejor el papel de Díaz en la historia de México, en una olvidada vecindad de Santa María La Ribera, una respetable anciana, ajena a todas las vicisitudes del mundo moderno, sostiene con su mano temblorosa aquel viejo disco de 12 pulgadas y lo coloca cuidadosamente en el plato de un desgastado gramófono; hace girar con lentitud la rechinante manivela, y posa la aguja de acero sobre el acetato que gira orgulloso de haber sobrevivido a 108 años de uso rudo. A los primeros compases de la solemne marcha compuesta en honor del dictador, la anciana camina con lentitud hacia su sillón preferido. Ahí sentada escucha la música mirando hacia una ventana abierta con vista al jardín, desde donde se aprecia el majestuoso Kiosko Morisco. En los escalones del templete varios niños obesos permanecen inmóviles, absortos en las pantallas de sus celulares. La mujer suspira ahondando en los recuerdos de una maltrecha nación y confiesa con apacible nostalgia: "Yo bailé con Don Porfirio". |