Estimable radioescucha: su majestad el danzón llegó a México procedente de Cuba a finales del siglo XIX, causando furor primero en la blanca Mérida. Poco tiempo después, el novedoso ritmo se extendió a varias zonas del país, siendo Veracruz una de las ciudades que con ahínco lo cultivó. Más tarde, en la etapa final del Porfiriato, el danzón llegó a la Ciudad de México, en donde varias orquestas se dedicaron a interpretarlo y difundirlo dentro del ambiente citadino. Una de las orquestas más memorables que impulsaron el danzón en la capital, fue la que dirigió Carlos Campos Arreola, quién nació en la ciudad de México el 12 de noviembre de 1911. El músico mexicano tuvo once hermanos y pasó su infancia en la colonia Doctores del Distrito Federal. Sus padres, de origen humilde, deseaban que Carlos estudiara medicina, pero él se inclinó desde temprana edad por la música y de alguna manera se las ingenió para aprender a tocar el piano, la guitarra, saxofón y otros instrumentos de aliento, en forma lírica, sin saber leer´partitura. Más tarde, durante su adolescencia y juventud, fue integrante de varias orquestas que solían tocar en pequeños cabarets y salones de baile. Durante algún tiempo trabajo en la orquesta de Evaristo Tafoya y también en la de Cutberto Jaramillo y sus Diablos Azules. En cada una de las agrupaciones, Carlos destacó como un músico esforzado y responsable, siempre dispuesto a adquirir experiencia y a aprender de sus compañeros. En una ocasión, el director de una orquesta en la que Carlos trabajaba, un hombre ya entrado en años, había decidido retirarse del grupo, pero no quería desintegrar el conjunto que con tanto esfuerzo había organizado. Decidió que Carlos, aquel joven muchacho, estudioso y dedicado, tomara las riendas del grupo. Un buen día, luego de un triunfal recital en algún centro nocturno de la capital, el decano del grupo llamó aparte a aquel joven, comunicándole su decisión de abandonar la orquesta y su intención de cederle el puesto de director de la misma. El joven Carlos aceptó emocionado la responsabilidad, prometiendo no defraudar a su mentor, y asumiendo con gusto la dirección de aquella orquesta de 12 elementos. Debutó dirigiendo la orquesta en el salón Leda, y bajo su mando, con el paso de los años, aquella agrupación se convirtió en una de las más populares, innovadoras e influyentes de su época. Ya bajo su dirección, a finales de los años 30s del siglo XX, la orquesta del maestro Campos empezó a tocar en distintos salones de baile de la capital, como el salón Colonia, Los Ángeles, el Riviera y el celebérrimo Salón México. En esos sitios, la orquesta se hizo de un nombre y de una reputación, alternando con las mejores orquesta de la época. Carlos supo imprimir al danzón un sonido distintivo de inconfundible aire mexicano, que posteriormente fue imitado por otros grupos. Lentamente, no sin grandes esfuerzos, la orquesta del maestro Campos se abrió paso, logrando grabar sus primeros discos en 1942, bajo el legendario sello Nick Records, a 78 revoluciones por minuto. Algunas de las piezas musicales plasmadas en los surcos de aquellos viejos discos de pasta shellac fueron: El Rosal Enfermo, Obsesión, Olvido y varias otras.
A finales de los años 40s, la orquesta de Carlos Campos firmó contrato con el sello discográfico Musart, bajo el cual grabó sus mejores piezas musicales también en discos de 78 revoluciones por minuto. Como ejemplo de su paso por la discográfica Musart citaremos los danzones: Zacatlán, Fichas Negras, Elodia, Campanario, Florecitas, etcétera. La fama y el prestigio de Carlos Campos y su orquesta fueron creciendo en el D.F, y en el interior de la República, registrando su mejor época desde los años 40 hasta los años 60 del siglo XX. El conjunto no tardó en efectuar giras triunfales en la zona sur de la Unión Americana, visitando estados como Texas, Misisipi, Arkansas, Luisiana, Oklahoma, y varios más, deleitando a los braceros y chicanos con la música bailable que magistralmente interpretaban. Cada disco que grababan comenzó a resultar un éxito de ventas infalible, de tal manera que un locutor de una popular estación de radio, le asignó al maestro Campos el mote de "El Campeón". La orquesta de Carlos Campos al igual que otras de su tiempo, no se dedicó exclusivamente a interpretar danzones; conforme transcurrieron los años 50s, ampliaron su repertorio, incursionando en otros géneros bailables, convirtiéndose en un conjunto de corte internacional, que rivalizó con las mejores orquestas de baile del mundo. Con el paso de los años, la música bailable continuó su evolución: surgió el mambo que perduró largo tiempo en el gusto de la gente. A lo largo de los años 50s, los directores de las orquestas empezaron a sostener reñida competencia, proponiendo ritmos novedosos pero que al final resultaron efímeros en la mayoría de los casos: surgieron el merecumbe, el yumpi, el watusi y elcharanga pachanga. Pablo Beltrán Ruiz lanzó el jupla-jupla en 1957, aunque sin mayor repercusión. Por su parte, Jorge Contreras promovió el barambao, José Gamboa Ceballos no quiso quedarse atrás y propuso el zemboleo, mientras que Ramón Márquez hizo las delicias de chicos y grandes con el chiviríco. El maestro Carlos Campos propuso una interesante fusión de Danzón-cha-cha-cha, que resultó su sello de marca durante los años posteriores. El danzón, como ritmo bailable experimentó un declive a partir de los años 60s, con la arremetida del rocanrol anglosajón, El ocaso del majestuoso género fue mas evidente en los sórdidos años 70s, perdiéndose entre la nueva oleada de ritmos tropicales y modas musicales extranjeras, que lo desplazaron del gusto de las nuevas generaciones. Carlos Campos grabó su último disco al frente de su orquesta en 1975, y poco después decidió que era tiempo de retirarse. Había logrado los más resonantes triunfos, vendiendo millones de discos, obteniendo docenas de trofeos, llenando a tope los más populares salones de baile. A mediados de esa década, calculó que con el capital que había logrado reunir, fácilmente podría vivir el resto de sus días holgadamente, sin pasar penurias. Comunicó su decisión de retirarse a lo integrantes del grupo, quienes se alarmaron pensando que se quedarían sin fuente de trabajo. Intervino entonces Venus Rey, en aquél entonces líder del sindicato único de trabajadores de la música del Distrito Federal (SUTM), quien amenazó a Carlos Campos diciéndole que emprendería acciones legales en su contra si desamparaba a los miembros de la orquesta. El gángster y mafioso líder sindical, apodado "El Cebollón", quien en noviembre de 1959 había sido elegido secretario general del sindicato de músicos para un periodo de dos años, y que terminó quedándose en el cargo por 29 años, exigió al maestro Campos que otorgara a los músicos de la orquesta, la propiedad intelectual del nombre del grupo. Al maestro Campos nunca se le había ocurrido registrar como suyo el nombre de su orquesta y terminó cediendo a la presión ejercida por "El Cebollón"; éste último era célebre por la persecución, el hostigamiento sistemático y las represalias que ejercía sobre aquellos que "osaban" oponerse a sus abusivos atropellos. El maestro Carlos Campos prefirió no pelear y dejó el camino libre, permitiendo que sus compañeros se apropiaran de la explotación comercial del nombre de su orquesta, sin posibilidad de reclamar regalías posteriormente.
Despreocupado, el maestro Campos se retiró del ambiente musical y se dedicó entonces a viajar por el mundo, disfrutando de su dinero, conociendo lugares, coleccionando autos de lujo y conviviendo con la familia que había formado. Poco después, en vida heredó a sus hijos, otorgándoles una buena parte del patrimonio que con gran esfuerzo había formado. Él se quedó con una pequeña parte, confiado en que sus hijos lo ayudarían en caso de apuros. Craso error. Ya en la vejez, el maestro Campos había gastado la mayor parte del capital que le quedaba; poco tiempo después recibió un duro golpe al fallecer su esposa y compañera de toda la vida, Ninguno de sus hijos quiso asignarle al maestro Campos un espacio en sus respectivos hogares, diciéndole que no tenían lugar para él, haciéndolo sentir como un estorbo, En mayo de 1997. el maestro Campos, decepcionado, por sus propios medios buscó un modesto asilo en donde poder pasar sus últimos días. Encontró uno a la medida de sus precarias posibilidades en Cuernavaca, Morelos. Ahí lo entrevistó el periodista Bladimir Villegas García, a quien le relató la amarga ingratitud de los hijos. así como el abandono de sus amigos músicos y compañeros de orquesta, quienes ni por casualidad iban a visitarlo. Sumergido en la más triste depresión, el maestro terminó sus días en ese asilo, solitario y enfermo, sin fuerzas para tocar el piano que había en ese lugar de retiro, viviendo sólo de los recuerdos que se arremolinaban en su mente. En el suelo de la pequeña habitación que el maestro Campos tenía asignada, estaban esparcidos algunos de los trofeos que había obtenido y que le recordaban una época de gloria y resonantes triunfos, cada vez más lejana. Abandonado a su suerte, el maestro Carlos Campos murió el 30 de diciembre de 1999, ignorado por familiares y amigos, así como por el público mexicano al que alguna vez había hecho bailar a ritmo de danzón, en las más populares pistas de baile del país. Sus restos fueron trasladados a la Ciudad de México e inhumados en el Panteón Español. A 17 años de su partida, Radio Quelite rinde merecido homenaje a éste excepcional músico mexicano y los danzones que grabó bajo diferentes sellos disqueros, forman parte habitual en la programación musical de la emisora. Escucha danzones con Carlos Campos Y Su Orquesta en Radio Quelite. Un saludo afectuoso y nos leemos en la próxima.
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